viernes, 23 de enero de 2015

CAPÍTULO 2.




Hoy es domingo. Como mi madre me haga ir a misa creo que me pegare un tiro. Hace bastante que no hablamos, las primeras clases de informática no lo hicimos casi(es normal, no nos conocíamos suficiente) estuve fijándome mucho en él y la verdad es que no parece muy diferente a los demás chicos que son guapos y que encima lo saben. Siempre pensé como seria salir con un chico, si tendríamos que besarnos cada vez que nos despidiéramos, cogernos de la mano mientras caminamos o simplemente sonreírnos cada vez que nuestras miradas se cruzasen. Hallé la respuesta, y creo que si alguna vez salgo con un chico, seré yo misma pase lo que pase porque si no no sirve de nada.
Estaba en mi habitación cuando llamaron al timbre y fui corriendo vestida con mi pijama de osos rosas hasta la puerta (obviamente creía que era mi madre que se había bajado hace un rato a comprar y volver a llenar nuestra nevera que habíamos vaciado en tan solo tres días).Mire por la mirilla, aunque fuera algo raro que lo hiciera.
“¡Mierda! Lo que me temía… ¿Y ahora qué hago?”
Llevaba una gabardina negra y gafas de sol aunque no estuviéramos en verano y no hiciera sol. Parecía cansado y llevaba bastante tiempo intentado venir a verme pero yo nunca estaba en casa. Al final decidí abrir la puerta tras el segundo “ding, dong”.
-Hola, papa-no se me ocurría decirle nada más pero tampoco quería culparle por todo lo que había pasado entre nosotros-Mama no está.
-No vengo a ver a tu madre-Su voz ronca me penetro el alma, como podía aquella persona tener tanta influencia sobre mi si ni siquiera nos conocíamos hace tan solo dos meses. Estaba confusa y creo que él lo noto y me cogió del brazo para que no me cayera-¿Estas bien?
-Si.- Conseguí decir-Creo que sí, pero será mejor que nos sentemos en el sofá. Pasa.
El no dijo nada y creo que ni me miro. Se me pasaban por la cabeza un montón de cosas. ¿Que hacia allí a esas horas? Seguro que nada bueno pero tampoco quería desconfiar de él.
-Alba, hija mía- Parecía mas viejo que la última vez que nos vimos. Y mientras se quitaba aquella sosa gabardina comprobé que estaba un poco más delgado.-Tengo que contarte una cosa.

Entré, creo que lo primero que hice fue buscarle con los ojos por toda la clase pero solo conseguí que Alberto, el profesor, me mirara desafiante para que me sentara en mi sitio. Hace dos días que no aparecía por clase y empezaba a notarme sola y marginada (aunque ya lo fuera).Creo que desde que me mude aquí y empecé a venir a este horroroso instituto no he hecho otra cosa que pensar en él y ya me estoy aburriendo bastante de estos pensamientos. Para mi sorpresa me llamaron por megafonía para que acudiera al despacho del director, un señor muy amable aunque un poco pesado en que me integrara e hiciera amigos.
-Buenos días señorita García ¿Cómo está usted hoy?-Mire a mi nuevo director extrañada pero lo peor fue cuando dirigió su mano a la silla que estaba al fondo de aquel pequeño despacho y allí estaba él tan sonriente por verme como siempre.

“¿Qué querían esta vez?”

2 comentarios: